lunes, 10 de junio de 2013

NUESTRA HISTORIA PUEDE ENSEÑARNOS ALGO


Hace exactamente trece años me pregunté, supongo que reaccionando a algunas oídas, qué era lo que pasaba en el mundo. “Protestan contra la Asamblea General de la Organización de Estados Americanos en Canadá y frente al Teatro Capitol, se organiza una reunión de sindicatos, donde se congregan cientos de jóvenes con pancartas de todo tipo, que protestan contra la militarización en la lucha antidrogas, el uso de pesticidas o las políticas del Fondo Monetario Internacional”. Se entreveía la importancia de estas protestas contra la globalización, como la de Seattle en noviembre de 1999, que convulsionó la Cumbre de la Organización Mundial de Comercio.

En México, tantos problemas irresolutos como Chiapas, la UNAM, los maestros, Aeroméxico y sembrada en la opinión pública la aritmética de que el poder transaba con la oposición.

En esos años las notas eran extraordinariamente oscuras para ganar el 2 de julio del 2000, aún no adquiríamos conocimiento reflexivo sobre la novedad y la trascendencia que esa fecha tendría para los mexicanos. La evolución hacia una mayor consciencia no coincidiría con la salida del Partido Revolucionario Institucional de Los Pinos, sino al dar un pequeño vistazo a la novedad y la colindancia con la realidad, y contrastar que el sistema político incuestionable dejaría un heredero, pues la cúpula de poder cambiaría de rostros, pero no de estructuras.

Coincidíamos en cambiar el semblante de México y favorecer un modelo de vida más justo de las mexicanas y los mexicanos. Sin embargo –a pesar de los eslóganes de Vivir Mejor-, el narcotráfico y los secuestros terminaron por consolidarse como los nuevos terrores de lo público.

¿Qué fue lo que pasó? Nosotros nos lo preguntamos ahora. Definitivamente, no logramos la transformación ansiada hacia una nación exitosa y competitiva. Tal vez, debimos actuar más en nosotros mismos y extirpar las falsas creencias que nos aquejan como sociedad, para así hacer un viraje de rumbo y cambiar nuestras ideas.

Por ello, esforcémonos y comprometámonos con nosotros mismos, con nuestras metas y sueños, con esta gran obra colectiva que es México. No olvidemos, que nada está más destinado al fracaso que aquello que se emprende a medias, sin pasión y sin fuerza.

Los invito a reflexionar conmigo sobre el éxito de esta gran nación, que es un mosaico de cultura, historia y tradición que tiene mucho que ofrecer a propios y extraños.

El mayor éxito de los mexicanos es que no nos desanimemos al encontrar obstáculos en nuestro camino, y que trabajemos con ahínco hasta que podamos ser un ejemplo vivo de que ¡sí se puede!

Todo depende de uno mismo y que la decepción no sea la crónica amarga que este país nos narra. La tibieza, la indecisión, no son aceptables en ninguna circunstancia. Todas las personas somos seres humanos excepcionales y podemos contribuir no sólo a transformar nuestra existencia, sino también la de los demás y luchar por un mejor mundo.

Tengamos presente que el éxito no solamente se puede medir en pesos y centavos. El éxito radica en inspirar positivamente la vida de quienes nos rodean, viviendo con sencillez, humildad, honestidad, servicio y perseverancia, y sobre todo, con mucha alegría.

Por ello, es necesario reflexionar sobre la ambición y sus límites, sobre las ofensas que el tiempo y la memoria convierten en agravios imperdonables. En este sentido, no olvidemos que es más valioso y efectivo predicar con el ejemplo que con la palabra; no traiciones.

Muchos aún no comprenden la gran responsabilidad que tienen sobre sus hombros y que su trabajo debe estar orientado a representar a la ciudadanía buscando como único fin el bien común de la sociedad. Tarea que muchas veces, los partidos políticos han olvidado sólo haciéndose cargo de la coyuntura y las urgencias.

La coherencia entre lo que se dice y lo que se hace es, la principal cualidad de un líder político. Necesitamos gobiernos que se apresten a recuperar el rumbo y cumplir con la exigencia del interés público, para romper esas nefastas herencias de administraciones pasadas que impiden y han impedido el beneficio colectivo.

Un gobierno corrupto dejará siempre un rastro de ineficiencia administrativa. México y Tabasco, necesitan de gobiernos donde prevalezcan y se antepongan las buenas conductas ligadas a la ética y superar las disputas políticas. Asimismo, terminar con la cultura patrimonialista de gobernar, trabajar con la sociedad organizada, escucharla y dialogar con ella.

De igual modo, no olvidemos que la corrupción y las malas prácticas no son exclusivas de los gobiernos. También en la iniciativa privada se observa este comportamiento.

Como ciudadanos es necesario predicar con el ejemplo, dejando a un lado los prejuicios o intereses personales. Esto, es a mi juicio lo que nos permitirá recuperar la credibilidad y confianza de quienes permanentemente, dicen sentirse decepcionados de la clase política.

 

REFLEXIÓN

De la historia recorrida en estos años, me queda la impresión que pocos dirigentes y políticos se han atrevido a un ejercicio de sinceridad con la sociedad. En estos aciagos tiempos en que estamos padeciendo el descrédito de la clase política, es clave eliminar de la sociedad esa imagen de políticos corruptos y de que la justicia no es igual para todos.

A pesar que la voluntad es frágil, derribemos estos muros. Nuestra historia puede enseñarnos algo, porque sin amor en lo que hacemos, sin esfuerzo, sin compromiso, no lograremos nada.

 

E-mail: guillermoars@gmail.com

Twitter: @pumamemo

 

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