Cada
año discute la Cámara de Diputados en materia impositiva lo que se conoce como
"miscelánea fiscal",
precisamente porque incluye todo tipo de reformas fiscales, que forma parte del
paquete económico que anualmente, por ley, el Ejecutivo envía al Congreso.
En
ese paquete -formado por la Ley de Ingresos y el Presupuesto de Egresos-, el
gobierno federal plantea cuáles son sus expectativas de crecimiento económico y
pide al Congreso que apruebe una serie de nuevos impuestos, con los que va a
financiar la operación del gobierno el año siguiente. Todos desean obtener más
recursos, pero no es muy popular andar de “lolitas”.
Las prioridades a partir de 2014
tienen un rasgo en común: la necesidad del gobierno de deslindarse de tareas
que realizará el sector privado derivado de la reforma energética. Lo que
implica, que la población tendrá que hacer el esfuerzo de pagar más impuestos
que el Estado le deberá devolver en teoría con más y mejores servicios, además
de inversiones en educación, infraestructura y abatimiento de la pobreza.
Definitivamente, las finanzas
públicas son siempre un tema intrincado y complejo. Por ejemplo, dentro de los
ingresos del gobierno están los tributarios que representan aproximadamente el 11
por ciento del Producto Interno Bruto (PIB) y los no tributarios que oscila
alrededor de 4.3 por ciento del PIB. En tanto, dentro de los ingresos de las
paraestatales, que representan 5.71 por ciento del PIB en promedio, la mayor
parte proviene de Petróleos Mexicanos (Pemex). Sin embargo, en los ingresos
tributarios, que son los que nos ocupan, los datos oficiales dejan claro que
sólo uno de cada siete mexicanos cumple con el fisco.
Los niveles de evasión en México son
alarmantes. El incumplimiento, incluye a empresas y personas físicas que
deliberadamente deciden no pagar al fisco, lo que equivale un monto entre 35 y
40 por ciento del Impuesto Sobre la Renta (ISR) y del Impuesto al Valor
Agregado (IVA) actual. Según estudios de la propia Secretaría de Hacienda y
Crédito Público (SHyCP), hay casi 8 millones de asalariados que son
contribuyentes cautivos, y hay otros 6.3 millones de personas físicas que
tributan voluntariamente a través de sus declaraciones mensuales. Sólo hay
500,000 empresas en México que pagan impuestos y sólo 10,000 de ellas, que
representan el 5 por ciento del total, pagan el 60 por ciento de los impuestos
tributados por las empresas, ya que son grandes consorcios.
Por otra parte, nuestro país al
abrir en materia comercial la puerta al
sector energético, deberá diversificar sus exportaciones o cobrar más
impuestos, porque las finanzas públicas dependen en un 35 por ciento de la
venta de petróleo y necesariamente tendrá que compensar vía recortes al gasto,
ya que no tiene margen de maniobra suficiente en los ingresos tributario.
El problema es
que los gobiernos han probado de sobra que la forma de gastar lo que reciben de
sus contribuyentes no es eficaz, ni transparente, ni apegado a los mandatos constitucionales.
Y no sólo eso, México es cada vez menos rico y menos equitativo.
Ahora, más allá
del deterioro que podría experimentar buena parte de la población al pagar más
impuestos que antes no lo generaban, no necesariamente incidirá en reducir la
evasión de impuestos, es decir, que los que nunca han pagado empiecen a hacerlo
y también que las cargas se equilibren. Lo sustancial de la reforma fiscal de
este año, es que implica nuevos esquemas del gobierno para reportarle lo que
hacemos como contribuyentes, cómo gastamos y en qué. No obstante, si estas
reformas fuesen equitativas, también deberían hipotéticamente abrir la puerta
para que los contribuyentes exijamos al gobierno y a los partidos políticos,
que nos ofrezcan resultados cuantificables sobre las decisiones del gasto.
REFLEXIÓN
A la gente hay
que brindarle oportunidades de desarrollo y no centrar las acciones de gobierno
en políticas públicas paternalistas y electoreras dirigidas a grupos
vulnerables o en pobreza, para recibir a cambio de su credencial de elector una
“ayuda” económica. Lo anterior lo expongo porque no se vale hacer mal uso de
los recursos públicos derivado del pago de impuestos. ¿Qué explicación se le
ofrece a la sociedad mexicana respecto a la opacidad que queda demostrada en
los Portales de Transparencia? Opacidad, retraso en obras, discrecionalidad en
el manejo del gasto, subejercicios, adjudicaciones directas a empresas amigas,
son sinónimo de corrupción. Por ello, la pregunta que se hacen muchos
ciudadanos, ¿para qué pagar impuestos? Entonces, ¿para qué entonces pedir más
recursos a costa de los contribuyentes si los resultados no han sido
satisfactorios? La respuesta nos remite a otra pregunta todavía más sustancial:
¿qué país queremos tener? O bien: ¿qué país podemos tener?
E-mail: guillermoars@gmail.com
Twitter: @pumamemo
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