miércoles, 19 de septiembre de 2012

JUSTICIA Y DEMOCRACIA INACABADAS

¡Qué lejos estamos en México de cumplir con los fines que persigue el Derecho! Mantener la convivencia pacífica entre los hombres, alcanzar la justicia y el bienestar general, se encuentran distantes.


En el país conviven expresiones de violencia como el secuestro, el narcotráfico, el crimen organizado, la alta tasa de homicidios, el tráfico de armas y de personas.
 
 



A pesar de los importantes logros democráticos, persiste en nuestro país un déficit significativo. Se observa la frustración ciudadana ante la desigualdad de riqueza y poder, con escasa participación popular en los asuntos públicos, corrupción pública y privada, además de la creciente inseguridad ciudadana.


En México existe una deficiente capacidad técnica del Estado mexicano para recaudar y para gastar eficientemente los recursos públicos. Por ello, se requiere reformar la estructura tributaria y mejorar su competencia técnica en materia de recaudación y uso eficiente de los recursos.


México debe dar respuesta efectiva a la inseguridad ciudadana, situación que se está volviendo particularmente preocupante. Y precisamente, no vamos a resolver este problema por medio de la mano dura, ni tampoco encontraremos respuestas en un abstracto y vacío deseo de impulsar una cultura de la legalidad con los valores.


Lo que requiere México es el ejercicio democrático, transparente y honesto del poder público, con una mejor democracia. La solución es difícil, porque implica una transformación verdadera en la forma en que se ejerce el poder mismo y en la mentalidad ciudadana.
 



Si bien, hoy contamos con instituciones e instrumentos legales que nos permiten la celebración de elecciones más o menos equitativas y justas, no hemos construido un Estado eficaz y democrático. La alternancia en el poder a nivel federal, a nivel municipal y en los estados, no se ha orientado hacia el fortalecimiento de instituciones que impongan el Estado de Derecho. En nuestra cultura política –pese al gran espíritu democrático del pueblo mexicano-, aún son muy arraigadas las costumbres de la simulación y la impunidad.


No encontraremos soluciones concretas, mientras el progreso, sólo sea en un cerrado círculo y los grupos privilegiados se beneficien funcionalizando la pobreza al máximo; unos por la vía legal y otros de forma ilegal.
 



Los gobiernos no poseen la confianza ni el respeto de la ciudadanía. Por ello, enfrentamos el desafío de democratización de las instituciones del país, con mayores mecanismos representativos. En caso contrario, ningún gobierno del partido que provenga podrá atender a los problemas y las necesidades más fundamentales de la sociedad.


En este orden de ideas, la ciudadanía debe participar e imponer un sistema más democrático, transparente y que rinda cuentas. Pero para ello, no debemos dejar de sorprendernos del quebranto a la ley, ni justificar las conductas ilegales, ni tolerar las discriminaciones, ni apoyar las conductas abiertamente delictivas, ni incumplir nuestros deberes cívicos.


Debemos cambiar nuestra mentalidad y construir una ciudadanía que como mexicanos aportemos para un mejor escenario nacional, el respeto a la ley y de tal forma, podamos exigir el escrupuloso cumplimiento de nuestros derechos fundamentales a la autoridad.


Por estas consideraciones, nadie podrá negar que estamos en un momento crucial de la historia política mexicana. En estas fechas patrias, reflexionar sobre la situación del país nos lleva al estado de ánimo de indignación.


Por una parte, nos encontramos, con gobiernos que en su momento pudieron haber cogido el toro por los cuernos y no solo no lo hicieron, sino que ahora asaetean con medidas cada vez más empobrecedoras de una ciudadanía, ya destrozada por el desánimo.


Parafraseando a José Saramago en este mundo de la injusticia globalizada, la Justicia sigue muriendo todos los días. Sin embargo, no importan los tropiezos, tengo fe en que los mexicanos habremos de dejar viejos paradigmas y cambiarlos por una actitud protagonista, constructiva y positiva.


Somos los ciudadanos organizados, quienes tenemos la responsabilidad de tomar la batuta del destino de México y dar un palmo de narices a quienes aún pretenden sacar tajada.


Pese a que el despertar aún es tibio y frágil el comienzo, tenemos la oportunidad de repensar de un modo diferente un futuro común, cuando comprendamos que la acción democrática no comienza y acaba solamente el día de la jornada electoral.
 

 

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario