Analizando el
panorama de la hacienda pública mexicana y los cambios recientes a la legislación fiscal, hay
que considerar el hecho ineludible que en toda política
fiscal debe considerarse la realidad
de los contribuyentes y de ahí parte el recién anunciado pacto fiscal, que se
encuentra ligado quiéranlo o no, a una recomposición de la Reforma Hacendaria en
temas como la deducibilidad de las prestaciones sociales de los trabajadores,
el cobro del impuesto especial a bebidas azucaradas y alimentos con alto
contenido calórico y la tasa del Impuesto Sobre la Renta (ISR), entre otros.
¿Cómo puede una reforma fiscal ser eficaz en sus objetivos de recaudar
más para cubrir los gastos? Una respuesta ineludible se basa en la premisa de
que no se puede ser eficaz en la recaudación de ingreso tributario cuando sus
fuentes de ingreso se encuentran deprimidas. Es decir, cuando los malos datos
económicos son una constante en México debido a su desaceleración económica y
por ello, la elaboración del pacto fiscal se constituye en una oportunidad para
hacer un análisis profundo de la Reforma Hacendaria, a fin de realizar las
modificaciones necesarias para aumentar la competitividad y la productividad
del país.
Pero entonces, ¿quiénes serán los
primeros aparentes beneficiarios de las negociaciones de este pacto fiscal? A
la discusión sobre las medidas fiscales impuestas por el Ejecutivo se sumarán
casi todas las cúpulas empresariales del país en busca de incentivos.
La recuperación de la
deducibilidad inmediata de las inversiones, cancelar el pago de gravámenes por
distribución de dividendos, además de obtener apoyos para reducir el impacto de
la homologación del Impuesto al Valor Agregado (IVA) en las fronteras son otras
de las demandas que el sector empresarial debatirá. No obstante, ¿a los
ciudadanos de a pie quién los escuchará? Y ni cómo ayudarlos.
No podemos
seguir construyendo un México basado en la miopía conceptual sobre el verdadero
estado de los ciudadanos, lo que viven y padecen diariamente, porque aunque queramos o no, el gasto generado por el sector público ya es insostenible y es un gasto
improductivo, por lo que el marco teórico de nuestra política fiscal es recaudar
más para estar en posibilidades de cubrir los balances públicos.
Más gente desempleada y empleos mal remunerados, con menos ánimo porque
no confían ni en la situación actual ni futura de su economía y la del país.
Eso cierra un círculo vicioso cuyo resultado es una falta de crecimiento.
No hay, en el panorama económico, algo que nos permita anticipar mejores
condiciones y desempeño de la economía nacional; al contrario: se antoja más obtuso
el camino.
El camino que México debe seguir debe basarse
en su sustentabilidad, la cual se encuentra ligada a una recomposición del
gasto público necesario para impulsar y promover las capacidades productivas
de las empresas y las familias, de tal manera que permitan generar ingresos y
en consecuencia tener efectos directos sobre el crecimiento económico del país.
E-mail: guillermoars@gmail.com
Twitter: @pumamemo
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